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26 de junio de 2015

“LECTORES AÉREOS”, DE GABRIELLA CAMPBELL


por Lola Robles
Junio 2015
 
Llevo bastantes años interesada en la búsqueda, recuperación, lectura y estudio de la ciencia ficción escrita por autoras en nuestro país, autoras que durante mucho tiempo han sido muy poco conocidas. Por fortuna, eso ha cambiado notablemente en los últimos tiempos. Fortuna para todo el mundo, empezando por mí, ya que leer ciencia ficción de escritoras puede ser tan interesante o aburrido como especializarse en literatura no realista húngara. Pero hay hallazgos que te recompensan de otros momentos tediosos. Y este es el caso. Encontrarme con Lectores aéreos de Gabriella Campbell ha sido una de las mejores experiencias del año.

De ante mano diré que en este libro de relatos no sólo hay textos de ciencia ficción sino también fantásticos, casi todos entretejidos con el terror. Un terror sutil, que puede ser un toque o una dosis más intensa, pero nunca aparece dibujado con trazos gruesos de sangre, aunque esta no falte.

La autora

Desde hace mucho también le seguía yo la pista a Gabriella Campbell. Doy algunos datos biográficos y profesionales extraídos de diversas webs y de las notas de cubierta de sus libros. Nacida en Londres, en 1981, de madre gallega y padre irlandés, se trasladó a vivir a España de muy niña. En la Universidad de Granada se licenció en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Escritora, correctora, lectora profesional, cofundó y dirigió la editorial Parnaso durante siete años. Ha colaborado como redactora y articulista en radio, revistas y webs. Como poeta publicó dentro de este género El árbol del dolor (con Víctor Miguel Gallardo, en Ediciones Efímeras), y Happy Pills en la Editorial Alea Blanca. Resulta curioso que bastantes escritoras de ciencia ficción se hayan dedicado o se dediquen a un tiempo a la poesía. Creo que es un dato significativo que habría que estudiar mejor. Desde luego, beneficia bastante su estilo.

Campbell fue secretaria de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror durante varios años. Ganó el Premio Ignotus de Poesía en 2006 y 2008.
En 2014 ha publicado la novela no realista El fin de los sueños, escrita en colaboración con José Antonio Cotrina.
Artículos suyos con consejos teóricos y prácticos sobre escritura aparecen asiduamente (Campbell tiene una gran capacidad de trabajo, no cabe duda) en su web Gabriella Literaria (http://www.gabriellaliteraria.com/).

Los cuentos

Lectores aéreos contiene quince cuentos. Comienza con «Ir a morir», historia de ciencia ficción ubicada en una nave espacial llamada Circo y que es eso precisamente, un circo que navega entre las estrellas, llevando criaturas muy especiales. Como en toda ciencia ficción, hay una transgresión de nuestra realidad espacio─temporal (presente y pasado histórico) y un nóvum, una novedad inexistente en esa realidad nuestra que se transgrede, pero que se presenta como posible en la dimensión creada en la obra (futuro, otros planetas, o en este caso, un vehículo de navegación espacial). Aquí el nóvum son esas criaturas que transporta la nave: mantícoras, unicornios, pegasos, grifos, hadas… seres que pertenecen al ámbito ficticio de lo maravilloso, pero en este texto se presentan como procedentes de otros mundos galácticos (hay incluso un cachorro de «kraken», guiño a la obra del británico China Miéville, con quien espero que Campbell se deleite tanto como yo). Es decir, lo maravilloso se racionaliza y pasa de ese modo al campo de la ciencia ficción.

Nos encontramos ya en este primer cuento con uno de los mecanismos literarios que más va a repetirse en esta colección de Campbell: la autora toma una entidad de ficción proveniente de las narraciones fantásticas o maravillosas y la convierte en un punto de partida tan realista como una hipoteca, especulando sobre el «Qué sucedería si…» esas entidades existieran de verdad. Este mecanismo ha sido utilizado por autores como Ted Chiang (cuya obra admira Campbell, según ella misma me dijo cuando le pregunté), por ejemplo en su extraordinario relato «El infierno es la ausencia de Dios» (2002), en la que Chiang nos sitúa en una realidad donde tanto Dios como los ángeles y demonios existen con toda evidencia.

En «Ir a morir» los protagonistas humanos son los guardianes de esas extrañas criaturas que sirven de espectáculo circense. Pero hay más sorpresas: las mantícoras (que tienen cuerpo de león, cola de escorpión, alas, garras y mandíbulas capaces de destrozar a un humano) guardan un secreto. Vemos la acción desde el punto de vista de Cora. Como otros personajes de estos cuentos, Cora es una mujer joven, atractiva, que trata de buscarse la vida en una realidad donde abundan los trabajos precarios, dentro o fuera de la Tierra. A pesar de su fuerza hay en ella una cierta tristeza, la íntima desolación del fracaso. Frente a las naves metálicas y luminosas que nos ha presentado cierta ciencia ficción, aquí la cotidianeidad del vehículo espacial resulta cutre y grisácea. El final es bueno, inesperado como se espera (valga el juego de palabras) en un relato bien acabado. Atención a las maternidades extrañas y a las hibridaciones monstruosas. Y debe recordarse también que para ciertas damas (al igual que les ocurrió con las sirenas a los caballeros marinos) siempre es peligroso encontrarse en una nave sideral con un Alien, tan depredador como determinado por su impulso de reproducción y supervivencia.

El siguiente relato, «Musa», parte del mismo mecanismo de naturalización, ahora de lo fantástico, ya que la acción trascurre en nuestra realidad espacio-temporal, y en ella aparece un elemento considerado imposible o sobrenatural precisamente desde nuestras ideas comúnmente aceptadas de lo que es real o no. Ese elemento es la existencia de una «musa», una mujer (no conozco muchos «musos») que consigue inspirar con su presencia la capacidad creativa de otras personas. Más en concreto lo que hace Campbell aquí es convertir la metáfora en literalidad. Fácilmente comprendemos que ser una musa no es nada cómodo ni atractivo para quien sustenta esa condición, y además su compañía no sólo puede despertar capacidades artísticas brillantes y positivas sino también las más oscuras.

David Roas, en su libro de ensayo Tras los límites de lo real: una definición de lo fantástico (2011), explica que en lo fantástico posmoderno puede darse una «naturalización» de lo imposible, de tal modo que los personajes de las historias no parecen sufrir el «efecto fantástico». Ocurre este efecto cuando tanto personajes como lectores se conmocionan por los sucesos de la narración, que les hacen sentir inquietud, angustia, terror o incluso espanto. Los personajes temen por su vida o su integridad física o psíquica;  los lectores se extrañan al darse cuenta de que sus ideas sobre la realidad se ven perturbadas, cuestionadas o hasta desmoronadas por completo ante esa presencia de los sobrenatural en la vida cotidiana, y como consecuencia ante la imposibilidad de conciliar lo irreal con lo real, lo irracional con lo racional. Pero es que en el fantástico más posmoderno, y ahí se puede incluir Lectores aéreos, los personajes asumen con normalidad acontecimientos increíbles. Sin embargo, como también explica Roas, los lectores no dejamos de conmocionarnos por lo que se nos cuenta, tratando de encajarlo en nuestros esquemas mentales. Por eso sigue existiendo el «efecto fantástico». Esa es la reacción que provocan los cuentos de Campbell, algunos de los cuales se acercan asimismo al realismo mágico.

Otro aspecto que quiero destacar en el libro es que nos presenta a mujeres en papeles protagonistas y desempeñando todo tipo de oficios, y relaciones lésbicas, homosexuales y bisexuales tanto como heterosexuales, sin que eso sea destacado de ningún modo.

En «El día en que desaparecimos», pequeñas anomalías en el entramado espacio-temporal de la pareja protagonista (de amigos que no de novios) los van separando. Se trata de detalles, un nombre, la situación de una casa o de un baño, distintos recuerdos e interpretaciones sobre un hecho, que poco a poco divergen en realidades paralelas. Como la vida misma.

«Polvo» describe una hermosa y triste historia de amor entre una chica que trabaja en un restaurante donde, en un cuarto detrás de una puerta roja, descubre a una extraña criatura, un hombre rubio y fantástico, que habita en un tiempo más lento que el suyo. Ese es uno de los problemas del amor, que es muy difícil acomodar los ritmos.

«Paredes como gargantas» aborda el tema de las casas con encanto, aunque ese encanto sea peligroso. No sé si este tema es  viejo como el mundo porque ignoro si los trogloditas tenían cuevas que considerasen encantadas, pero se ha dado en literatura desde que existen los recintos artificiales que albergan a los humanos, ya que estos acaban de impregnarse de nuestras almas tanto como al revés. Lo simpático de este cuento, donde el terror es perfectamente compatible con la ironía, es la presencia de una agente inmobiliaria que desea la casa, en una vuelta de tuerca al motivo clásico. Para saber quién gana en esta lucha de depredadores enfrentados, el capitalismo salvaje con sus fauces feroces contra los antiguos poderes fantásticos hay que leer la narración hasta el final.

Las dos narraciones  que siguen a la anterior son «La curiosidad de Tim», que explora la posibilidad de leer los pensamientos ajenos. Ya, ya sabíamos que no era nada bueno  lograr eso,  que mejor no saber lo que piensan los demás y que los demás desconozcan lo que opinamos de ello. Lo malo es que ahora lo ponemos en Twitter sin cortarnos un pelo. Me gusta la siguiente, «El extraordinario caso de Emil von Trope y Jack el Destripador», divertida, donde se mezclan los trucos de magia, una supuesta capacidad de adivinación, lo esotérico, la estafa, la fantasía con sus dragones, el ansia de oro y el deseo sexual. Ay, lo que se llega a hacer por amor cuando este es muy adictivo. Sopresa tras sorpresa, habrá que saber si realmente descubrimos quienes fue Jack.

«Black Magic Woman» es un relato sobre maternidades monstruosas y amores violentos, que quizás se queda un poco corto (en cuanto a extensión, me refiero, no por la intensidad). Hay reminiscencias de los cuentos de hadas, por ejemplo de «La sirenita» de H. C. Andersen, aunque se trata de un reverso oscuro o incluso siniestro de un cuento ya de por sí tenebroso en lo estético y lo ideológico, igual que casi todos los del danés, que a mí personalmente me dan bastante repelús.

«Nada en el mundo» nos ofrece una historia de amor y de adicción, de una dependencia bastante insólita pero perfectamente explicable como descubriremos al final del cuento.
Por otro lado, «Un romance eléctrico» nos trae una divertida versión del tema de las mujeres artificiales. La autómata es aquí algo steampunk. Ideal para una antología sobre el tema de las ginoides.

En cuanto a «Historia de un plagio», nos habla acerca de la literatura, el vampirismo literario, y el amor en dúo y en trío. Es uno de los más interesantes relatos del libro aunque no lleva componentes fantásticos. El tema de la literatura dentro de la literatura suele dar mucho juego.  

«Delirio» es un corto texto donde se mezcla la ciencia ficción y lo maravilloso, con una serie de vueltas de tuerca que nos conducen a un final muy bien planteado. La historia recuerda a la serie televisiva El Ministerio del Tiempo) pero también vuelve a inspirarse en los cuentos de hadas. Cuando se lea «Delirio» hay que recordar igualmente ese mecanismo que usa Campbell con el que convierte la metáfora en literalidad.

Se pasa luego a «Lo inevitable» que narra amores, traiciones, de nuevo tríos, destinos fatales vaticinados por adivinas y muertes ineludibles. La intriga está bien sostenida hasta el final.

La obra acaba con una narración, «Y diente por diente», para mí la mejor del libro. Bastante larga, permite desarrollar bien el argumento y los personajes. Se ubica en una realidad donde se ha demostrado que la reencarnación y el karma son reales, y se exploran las consecuencias de ello. El relato es de auténtico horror, tanto por los hechos que se nos describen como por lo que simbolizan. En el trasfondo está el tema de la justicia, la venganza y sus límites, y esa tendencia tan humana de poner en los demás la responsabilidad de nuestros actos, en especial de todo lo malo que nos sucede. Es una narración ideal para mi taller Fantástikas, y me encantará debatir sobre ella.

Un par de sugerencias generales:
─Conviene que el libro aunque sea digital lleve un índice de los relatos, pues facilita la lectura y el estudio.
─En algunos cuentos hay repeticiones de palabras y de vez en cuando cacofonías, rimas internas. Cuestiones que se solucionan con la corrección─pulido. No obstante se nota con claridad que el libro está muy trabajado y corregido.

Y terminaré diciendo que no puedo entender por qué este libro no ha aparecido también en papel, en cualquier editorial especializada en géneros no realistas o simplemente de literatura general, porque en todas tendría cabida, por su calidad.

Los tiempos en que vivimos corren de manera demasiado vertiginosa, y parece que un libro es un objeto con fecha de caducidad muy limitada, solo unos meses. Es algo con lo que no estoy de acuerdo. Hay libros que pueden y deben perdurar y ser leídos con la tranquilidad que merecen. Este es uno de ellos.