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28 de octubre de 2008

LA PERRA DE ALEJANDRÍA, DE PILAR PEDRAZA


La perra de Alejandría (Valdemar, 2003)

La novela sitúa su acción a principios del siglo V d.C. (se menciona como regente a Pulqueria, hermana del futuro emperador romano de Oriente Teodosio II, que reinó entre 408 y 450), y ofrece un panorama bastante amplio de ese momento histórico en la ciudad de Alejandría, a través de diversos personajes:

Los perros, filósofos cínicos seguidores de Diógenes, que viven en la calle, se niegan a tener bienes materiales y se dedican a imprecar a la sociedad denunciando sus males; aquí su líder es Elpidio. Los integrantes de las cofradías dionisíacas, cuya presidenta es Teófila Lágida. Científicos como Linceo Antimater, un anatomista (ese personaje que tanto se repite en las obras de la autora). Autoridades como el prefecto Orestes. Los cristianos, con el obispo Críspulo a la cabeza y su guardia personal, los Invencibles. Melanta, maestra de filosofía en el Museo, iniciada en la secta órfica, una figura cuya vida y muerte son muy semejantes desde luego a los de Hipatia, aunque ésta es mencionada en un momento de la novela como un personaje diferente (es probable que la escritora haya tomado el personaje real para hacer una recreación literaria.)

La historia se narra desde el punto de vista de Bárbaro, apodo de Mihal Gospod, un joven príncipe dacio que ha tenido que huir de su tierra natal tras ser derrocada y ejecutada su familia. Al llegar a Alejandría se ha hecho amigo y seguidor del perro Elpidio. La autora elige su perspectiva quizás porque es la de un testigo, observador y espectador externo, extranjero, y además joven e ingenuo, lo que supone una mirada limpia, sin prejuicios.

El argumento es una sucesión de hechos cotidianos, anécdotas y también asesinatos espeluznantes, epifanías dionisíacas, apariciones de monstruos, fantasmas y zombis. Pero además de todos estos episodios y personajes, la narración presenta el enfrentamiento entre dos grupos, dos modos de ver el mundo, dos épocas: por una parte los paganos (llamémosles así desde la perspectiva opuesta, la cristiana): cínicos, órficos, dionisíacos. La figura de Dioniso destaca, de hecho los acontecimientos se suceden alrededor de los días de sus fiestas. Dioniso es uno de los dioses más complejos y extraños del Olimpo, una "divinidad terrible, rodeada por el aura negra de la locura", mediterránea, vinculada a la tierra, al vino, a las fiestas, al teatro, al éxtasis; salvaje, trasgresor, ambiguo entre el bien y el mal, un dios de la muerte pero también de la vida. Todos estos elementos conforman asimismo la novela. Del mismo modo, el personaje de Melanta es ambivalente, contradictorio y poderoso: una mujer que no tolera discriminación por su género; atractiva, seductora, valiente -incluso temeraria: de hecho es su capacidad de desafío lo que le lleva a la muerte-, amante de la sabiduría; y a la vez es siniestra, oscura, odiada por muchos (si Pedraza quiere reivindicar en su ficción a las mujeres malas, de nuevo lo consigue).

Frente a estos grupos paganos que representan la Alejandría del pasado, cosmopolita, libre, tolerante, se alzan los cristianos, sectarios, fanáticos, incultos, violentos. Estos últimos están en el principio de su auge; los anteriores, en el de su decadencia. Asistimos a los "últimos destellos de un sol moribundo". Es el fin de la época antigua, de un esplendor que va a ser arrasado por el cristianismo; la Edad Media y oscura está muy cerca ya. Ese tono elegíaco es uno de los mayores logros de la novela, y consigue provocar una intensa, melancólica emoción. (Un siglo más tarde, el cristianismo llegará al norte de Europa. En la película de John Boorman Excalibur (1981), Merlín, el mago y druida, advertirá a Morgana, su discípula, hechicera y hermanastra del rey Arturo: "Están contados los días de nuestra especie. Un dios único viene a acabar con los muchos dioses. Los espíritus del bosque y la niebla guardan silencio.")

La narración deriva hacia un final con sucesos como la búsqueda y recuperación del hígado de Melanta por parte de Bárbaro, el descenso del joven al Hades o la salida desde éste de los muertos, que desfilan hacia la ciudad y atacan a los vivos a la manera de zombis, entablándose una batalla entre unos y otros como traca final, acompañada de una buena peste. Elementos macabros que sin duda divierten mucho a la autora y a los lectores que gusten de ello.

Para estómagos sensibles, hay un epílogo más relajado en el que Bárbaro y la joven Mirra abandonan la ciudad rumbo al país natal del joven, Dacia (más o menos la actual Rumanía, tierra no obstante famosa por sus vampiros). Dejan atrás Alejandría y una época que en su recuerdo -y en el nuestro- será de oro. Con este último viaje la novela, como todo, acaba.

Lola Robles, 2006

(Podéis encontrar más información sobre la autora en: Sobre Pilar Pedraza)